CAMPOS DE TRABAJO



EXPERIENCIA DE TETUÁN


Miguel Legarra, estudiante de medicina, participó este verano en la experiencia misionera de Tetuán. Él nos cuenta su vivencia.

Mikel atendiendo a una enferma
Era mi primera experiencia solidaria fuera de mi lugar de origen, mi primera experiencia en África, y no, no podía ni tan siquiera imaginarme lo que iba a suponer para mí. El día del encuentro en Tetuán sigue presente, fresco como el amanecer, en mi memoria. 21 personas de diferentes puntos del estado español, acudíamos a la llamada. Y ahora me toca expresar con simples palabras, todo lo vivido, lo sentido, lo visto, lo hecho, lo sufrido, lo compartido... es mucho, y yo ando falto de palabras.

Muchos pensamos que el mundo necesita ser cambiado, vemos algunas injusticias cerca. Intuimos muchas lejos, y sentimos que algo hay que hacer. Pero, ¿acaso nosotros no podemos ser sujeto activo? ¿No podemos cambiar el mundo? En cierta medida, y sin ninguna pretensión de heroicidad, es cierto. Tenemos mucho que aportar, cada uno de nosotros, al bien común. Eso me hizo comenzar a buscar alguna experiencia para el verano que sirviera para responder a la llamada al servicio y a la construcción del Reino de Dios. Así llegue a África, a Marruecos, a Tetuán. Pero yo andaba muy equivocado, ¿acaso nuestro corazón no da y recibe sangre?



Recibir, eso es lo que ha hecho mi corazón en esta experiencia. En mi caso concreto, en la asociación Nour, que trabaja con paralíticos cerebrales y con sus familias y como no, con el resto de compañeras del campo de trabajo. Las mañanas en Tetuán, las pasé junto a Chafika (presidenta de la asociación), mis compañeros y sobre todo las personas que venían en busca de ayuda. Yo intentaba aportarles los consejos más elementales de cuidado, masaje, rehabilitación, médicos...a cambio, sonrisas, agradecimiento, situaciones personales mejoradas, conversación, conocimiento, encuentro. Y es que no hay que olvidarlo, Marruecos es un país musulmán, que te abre los brazos y te muestra su acervo cultural, y donde descubres otro mundo, otra cultura, otro idioma, otras costumbres pero la misma gente y al mismo Dios.

Por las tardes pudimos disfrutar de diferentes testimonios que nos abrieron los corazones a África, a Marruecos, a Dios, al Islam, a la humanidad. Grandes ideas compartidas, grandes reflexiones inducidas y quizá, y ese ha sido mi caso, algunas decisiones importantes tomadas. Decisiones de cara al futuro, sobre el estilo de vida que quiero vivir, la gente por la que quiero trabajar, las ideas que quiero transmitir, las acciones en las cuales merece la pena poner todo mi esfuerzo.

Como dice la canción de Mikel Laboa: “ Batek gose diraueino, ez gara gu asetuko. Bat inon loturik deino ez gara libre izango ”. Es decir, “ Mientras haya un hambriento, no nos saciaremos. Mientras haya alguien falto de libertad, no seremos libres ”.

Miguel Legarra, Tolosa


21 fueguitos en un mar llamado Tetuán Creando puentes de solidaridad. MARIAN, periodista de Pamplona, ha sido una de las participantes en la experiencia misionera de Tetuán. Nos describe lo vivido

Marian con un grupo de jóvenes marroquís
Solo 14 kilómetros. Esta es la distancia que separa Europa y África por el Estrecho de Gibraltar. Un recorrido breve para introducirse en otro continente, en otro país: con una cultura, una religión, un idioma, unas costumbres y gente diferente. De este modo, un grupo de voluntarios rompimos barreras y nos sumergimos en una apasionante aventura. En concreto, los 21 protagonistas, llegados de distintos puntos del país, participamos en el campamento solidario en Tetuán (Marruecos) entre el 10 y el 24 de agosto de 2013. Un evento organizado por los Misioner@s de África de la mano de Maite Oyartzun y de Manu Osa.

Para abrir boca, el primer fin de semana asentamos las bases para preparar los días venideros. Cada uno de los asistentes nos presentamos y realizamos una visita por la medina secundados por el guía Ricardo. El paseo concluyó con el primer aromático té en tierras africanas. Al día siguiente visitamos Tánger y conocimos la casa de acogida materno-infantil de las Misioneras de la Caridad (Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta).

Por la tarde, Assilah extendió sus brazos para darnos la bienvenida. Disfrutamos de momentos mágicos entre sus callejuelas y los rincones nos sorprendieron en cada paso que dábamos. Algunos valientes se sumergieron en las frías aguas del Atlántico, mientras que el resto se dejó seducir por los habitantes y el ambiente característico del enclave.
Sin embargo, el fin primordial de nuestra estancia era ayudar. De esta manera, nuestra acción solidaria dio el pistoletazo después de sortear el fin de semana. Nos codeamos con el medio musulmán, nos dividimos en equipos y trabajamos en cuatro ámbitos en colaboración con organismos marroquíes. En primer lugar, en las colonias de un orfanato llamado LEN (La Esperanza de los Niños) cuyo eje primordial son niños en situación de dificultad.

La segunda opción era la Asociación Nour (luz en árabe), una pequeña entidad sin ánimo de lucro dedicada a la atención integral de familias y personas afectadas de parálisis cerebral, especialmente en situaciones económicas desfavorecidas.
Otra posibilidad fue el Centro ANJAL. Se trata de una sede de acogida y apoyo para niños de la calle.

Por último y, como novedad, este año se extendieron las actividades con una nueva rama en la Asociación Manos Solidarias donde impartimos clases de español y formación con los niños y jóvenes del barrio tetuaní de Diza-Martil. Ante tal tesitura, las mañanas y buena parte de las tardes las dedicamos a poner «nuestro granito de arena» en nuestro campo de acción.



Cada día, antes de poner en marcha el engranaje de nuestro cuerpo, el ritual era una oración para empezar con fuerza y fe. Acto que repetíamos todas las noches para recoger lo vivido durante la jornada y dar gracias por los bienes recibidos. Todo ello regado con reflexivos textos acordes con el tema elegido para afrontar el día. Además, la música se convirtió en el hilo conductor de estas citas para dotar de intensidad y magia a los momentos y comenzar el rodaje con calma: «Hay mucho que aprender y poco que perder. Calma, ten calma, ten calma»
Calma Canción de Nano Stern « Aprovecha el momento, no lo malgastes» Sin prisa, pero sin pausa. La cuestión era no detenerse y exprimir cada instante. Así, el viaje nos brindó la oportunidad de sumergirnos en el mundo marroquí. Bien mediante un encuentro intercultural en el Centro Lerchundi de Martil donde la solidaridad y la cultura se dieron las manos. Cada grupo aportó sus mejores dotes creativas y, como apunte anecdótico, cabe destacar que otro combinado de voluntarios y nosotros coincidimos con el mismo baile. ¡Qué casualidad! Sin embargo, no supuso ningún impedimento. La velada concluyó con una variopinta cena en las instalaciones del local. Siguiendo por los mismos derroteros, otras variantes fueron una charla para conocer un poquito más sobre el Islam y los coloquios de las asociaciones ANJAL y Nour.

Por otro lado, una fuente rica para saciar la sed son los testimonios. Tal es así que escuchamos la experiencia de algunos compañeros del grupo y enriquecernos y aprender lecciones importantes con su ejemplo de vida. Además, para profundizar en nosotros mismos, realizamos un viaje a nuestro interior en el «Día de Interiorización», donde tuvimos un tiempo para reflexionar lo vivido hasta el momento. Después de la jornada, por la noche, escuchamos un concierto en vivo de música autóctona en la playa de Martil. Sin más miramientos, el domingo volvimos a desafiar al despertador, cambiamos de tuerca y viajamos a Chefchaouen. Un pueblecito encantador, donde sus edificios azules contrastan con el colorido de las babuchas, los pañuelos o los bolsos expuestos en los comercios anclados en el laberinto de sus entrañas.

En el regreso al centro neurálgico de Tetuán, el chófer del autobús nos acercó a un punto donde contemplamos unas vistas preciosas de la «paloma blanca» (nombre que los poetas dan a la ciudad debido al color blanco reinante en la Medina).

Los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. A priori, dos semanas parecían mucho. Pero la experiencia se esfumó. Después de la siembra intensa, llega el tiempo para la recogida de frutos. Aquello sonaba a despedida. « Todo tiene su momento y todo tiene su tiempo bajo el sol». Seguro que cada uno, simulando ser un pintor, dibuja en su mente infinidad de recuerdos de la expedición. De entre todos ellos, 21 fueguitos en un mar llamado Tetuán. Destellos de mucha luz, de mucha paz... « Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás». Así lo pudimos comprobar. En Tetuán, sobre ese rico mar…


---- ROQUETAS DE MAR EN ALMERÍA ----


ROQUETAS: UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE


ANA ITURRALDE de Castellón, y TERESA DE LA SERNA, de Pamplona, han participado este año 2012 en la experiencia de ROQUETAS DE MAR que se realiza en JULIO.
Ellas nos cuentan lo vivido y experimentado esos días


Bueno, voy a intentar resumir esta experiencia de verano que hicimos en Roquetas de Mar. La verdad es que TODOS coincidimos en que es una experiencia inolvidable, y preciosa, pero también es verdad que es imposible de expresarlo con palabras.

Vamos a ello, el grupo que fuimos estaba formado por Manu, Maite, y las dos Milas (como monitores), Teresa, Andrea, José, María, Bea, Andoni, Pablo, Irene, Teresa y yo (Ana). Sobre nuestro trabajo allí con los inmigrantes, nos dividimos en dos grupos. Un grupo se ocupaba de los adultos para el aprendizaje del español y alfabetización, con los cuales también hicimos algunas actividades como ir a ver una película o hacer un torneo de fútbol; mientras el otro grupo iba con los niños del barrio que se llama de “las 200 viviendas”, para realizar actividades junto con otro grupo de voluntarios de allí de Roquetas.


Además de estas actividades, durante el día también teníamos ratos de oración; charlas de los monitores, de dos inmigrantes africanos senegaleses (Mansur y Sissé) que nos contaron su experiencia, de dos jóvenes muy comprometidos de la parroquia, de la directora del colegio, de los padres blancos, etc. En los ratos libres también hicimos salidas a la playa todos juntos y con los voluntarios de Roquetas.

Bueno, esto es lo que hacíamos allí, y nuestra experiencia, pues como he dicho, inolvidable, TODO, cada cosa que hacíamos era genial. Fuimos allí con la expectativa de ayudar y que eso nos reportara felicidad, con ganas, quizá también de salir de lo cotidiano, y además de todo esto nos llevamos muchísimas otras cosas: el cariño de los niños, la amistad de los adultos y voluntarios de allí, la confianza entre nosotros, el agradecimiento de la gente, y también el conocer la realidad que se vive allí realmente y muchas experiencias de diversa gente, junto con miles de sonrisas…

Ana Iturralde
---------------------

Como bien ha descrito mi compañera Ana, es algo inexplicable...

Fuimos con unos objetivos e inquietudes que queríamos llevar a cabo; queríamos conocer gente, ayudar dentro de lo que se pudiera y sobre todo, abrir la mente, frente a una cultura distinta, un mundo apartado que mucha gente no conoce, y sin embargo una realidad que está a la orden del día.


Cuando llegamos allá, nos estaban esperando Manu, Mila y Maite con los brazos abiertos para explicarnos un poco nuestro día a día. La verdad es que por mi parte no sabía muy bien a qué iba allí. Sabía que se trataba de un campo de trabajo con inmigrantes, pero poco más. Hasta que no llegas y te encuentras frente a frente con ellos, te cuentan sus historias, su vida, te preguntan, no te das cuenta ni valoras todo lo que tienes. Yo tampoco se muy bien cómo explicarlo.

El primer día que llegamos a la parroquia para dar clases de español, fue muy bonito porque veías a muchísima gente que iba llegando y todos te dedicaban una sonrisa de oreja a oreja sin apenas conocerte. El comienzo de las clases no fue fácil, ya que entre ellos apenas se conocían, unos eran de Mauritania, otros de Senegal, otros de Guinea y no mantienen demasiada relación entre distintos países. Entonces comenzamos presentándonos, tanto las profesoras como cada uno de ellos, para así conocernos y aprender los nombres. Y resultó súper gratificante.


Conforme pasaban los días, cada vez teníamos más confianza. Ibas entablando unos vínculos preciosos con cada uno. Cada uno con su historia y su forma particular de agradecer, y su sonrisa, y eso para mi, era algo increíble.

Nos contaban cosas sobre su familia, sus hijos, cómo llegaron a España, que inquietudes tienen, por qué estudian... todo. Conforme les escuchabas, te dabas cuenta de que la lucha a la que se enfrentan continua, aunque ganas de vivir no les falta, y de conseguir un trabajo, de valerse por sí mismos. Son gente muy luchadora y trabajadora.

Para mí, estar con ellos cada día era un regalo, iba feliz a las clases. No quería que se acabara, porque tanto ellos como nosotros recibíamos mucho. Sí, ellos también nos daban lecciones cada día, que intentamos aplicar.

También hay que decir, que no solo estuvimos con adultos (mi caso) sino también estaba el campamento urbano con los niños, que eran MARAVILLOSOS.

No tuve ocasión de estar mucho con ellos, pero veía lo que hacían mis compañeros y era de envidiar. Pasaban la mañana realizando juegos, manualidades y talleres con los pequeños, que se lo pasaban en grande. Y ellos también coinciden en lo mismo que nosotras, es inexplicable el amor, el cariño y la dulzura que transmiten. Cómo te quieren, como quieren aprender y divertirse como todos los niños.

Solo puedo decir, que HAY QUE IR, Y VIVIRLO! Lo recomiendo sin ninguna duda y ojala todos seamos capaces de concienciarnos, de dejar a un lado los esteriotipos sobre los inmigrantes y lanzarnos a la piscina. MERECE LA PENA.

Teresa de la Serna

TETUAN 2012. 


Creando puentes de solidaridad. MARINA Y MANU, son dos jóvenes navarros que han participado en esta experiencia tan especial de Tetuán. Ellos nos cuentan lo vivido.

Salam aleikum. Bienvenidos a la experiencia en Tetuán. Dos semanas que no se borrarán de nuestra memoria tan fácilmente. Allí fuimos un grupo de veintiún jóvenes españoles dispuestos a pasar un verano diferente, de la mano de los Padres Blancos y a las Misioneras de África.

Nuestra aventura comenzó en el aeropuerto de Tánger. Nada más pasar el control tuvimos que cambiar algo de dinero a la moneda de allí, dirhams, para poder pagar el taxi que nos llevaría hasta Tetuán, no sin antes regatear infructuosamente el precio durante un largo rato. Por fin llegamos al que sería nuestro hogar durante la experiencia. Éramos un grupo de gente muy variada: personas del norte de España y del sur, con diferente edad y ocupación, pero eran precisamente esas pequeñas diferencias, junto con nuestra ilusión y ganas, las que daban vida al grupo y nos acabaron uniendo.
Tras presentarnos, tuvimos la oportunidad de escoger el ámbito de Tetuán en el que queríamos integrarnos y compartir experiencias durante esos días: un orfanato (llamado “LEN”, es decir: la esperanza de los niños), la asociación NOUR, cuya labor consiste en la asistencia e información a madres cuyos hijos tienen parálisis cerebral, el hospital español, en el que impartir clases de francés, informática y árabe a ancianos y un centro de acogida y apoyo para niños de la calle (con el nombre de “ANJAL”)
Al día siguiente de decidir los grupos nos pusimos manos a la obra.

Aunque fue una jornada de presentación, fue suficiente para conocer a la gente con la que íbamos a estar esas semanas y poder preparar actividades acordes a su edad y contexto.
Nuestra jornada diaria comenzaba con una breve oración que preparaban los guías del grupo: un momento de reflexión personal al comienzo de la mañana que nos daba fuerzas para el resto del día.

Después de desayunar acudíamos a nuestros respectivos proyectos: invertíamos dos o tres horas, realizando las actividades que previamente habíamos preparado: juegos con los niños, cuidados a los enfermos, clases y charlas con los mayores...

Tras la comida y un rato de descanso, comenzaban las actividades de la tarde, en las que el objetivo era introducirnos un poquito más en el mundo islámico en el que nos encontramos. Hicimos un poco de todo: charlas por parte de ciudadanos marroquíes, visitas a otras asociaciones y ONGs. Todo esto nos ayudó a conocer y comprender mejor el Islam, la cultura y sociedad del país, así como la realidad de las personas con las que trabajábamos en las asociaciones. 

Además, todas las tardes encontrábamos un tiempo para la oración común, preparada por nosotros mismos, en la que compartíamos experiencias, inquietudes y algunas personas se abrieron para darnos su testimonio de vida.

Una vez llegada la noche, hacíamos diferentes actividades, algunos días realizamos animaciones nocturnas en las que lo pasamos genial, paseos por la ciudad en los que disfrutamos del magnífico ambiente del Ramadán, ¡e incluso hubo días en que tan sólo nos dejamos caer en la cama rendidos por el cansancio!

Cuando llegaba el fin de semana nuestra actividad en las asociaciones se detenía por lo que aprovechamos este descanso para visitar algunos enclaves turísticos del Norte de Marruecos: Tánger, Asilah, Chefchaouen… preciosas ciudades que a muchos nos dejaron con la miel en los labios, deseando volver en otra ocasión para descubrir en profundidad todo lo que no pudimos ver de este fantástico país.

Nueve personas del grupo tuvimos la oportunidad de ser invitados a una fiesta típica del Ramadán, organizada en el centro de ANJAL. Nos vestimos con nuestras mejores ropas y nos dirigimos hacia la medina para disfrutar de aquella noche. Allí fuimos recibidos con abrazos de los niños y gestos de agradecimiento de los adultos que organizaban la cena. Sentados en diferentes mesas, nos integramos en el ambiente festivo. En cada mesa había una fuente de manjares de la que todos comíamos, mientras compartíamos bromas con los niños. Para nuestra sorpresa, cuando estábamos a punto de terminar de cenar, una banda de instrumentos típicos de Marruecos empezó a sonar y llenó la sala de un ritmo tan pegadizo, que de inmediato todos nos levantamos a bailar. Tras un rato de fiesta, nos hicimos alguna foto y nos despedimos: al día siguiente tocaba preparar juegos con los niños. Aquella experiencia no se borrará fácilmente de nuestra memoria.

Otra experiencia remarcable fue la oportunidad que tuvimos de vivir una cena de Ramadán con una familia marroquí: Shafika, la mujer con la que trabajamos en la asociación Nour, invitó a todo el grupo una noche a pasar por su casa para tomar algo y vivir este ambiente festivo.

Como no puede ser de otra manera, se nos quedan en el tintero multitud de experiencias, anécdotas, momentos, que hemos vivido durante estos 15 días: paseos por la medina, una cena un tanto especial, una acampada en la azotea... Todos ellos importantes y que nos ayudan a formar un grato recuerdo de nuestra experiencia en Tetuán.

Y llegó el día del que todos evitábamos hablar: la despedida. Una experiencia de este tipo hace que te unas mucho a la gente con la que la compartes, y nunca es agradable decir adiós... ¡Y por eso no lo dijimos! Pues nuestra despedida fue un “hasta pronto”. No será tan fácil borrar de nuestra cabeza la idea de volver a juntarnos. Tantos momentos juntos, compartiendo risas, aventuras y pasando por situaciones que en un futuro contaremos como anécdotas. Pues bien chicos... ¿cuál es nuestro próximo destino? Shokran y... Wada'an.

No hay comentarios:

Publicar un comentario